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Túmulo de cristales lucientes

Por entonces la vida era del color del cuarzo rosa y el amor del de la amatista. Adoraba acariciar tu espalda cargada de lunares y perifollos. Amabas besar las lentejuelas de mi boca y solías guardarte algunas en la tuya. Me paseaba repleta de baratijas y oropeles sin percatarme de que tenía la mejor bisutería en casa, con tu gran rubí latente y tu alma esmeralda. Te encantaba saltar en charcos de abalorios y hacer pulseras con mi pelo mientras yo miraba tumbada en tus piernas tus ojos color zafiro. Soñábamos la vida juntos hasta que tuve que dejar una obsidiana de luto en tu tumba. Entonces se apagaron mis chakras y la vida empezó a ser del color de la calcita negra. Pero apareciste a los pies de mi pena y me devolviste la tranquilidad como una howlita. Necesitaba creer que el camino de cristales no acababa ahí, que iba a continuar andando sobre minerales y que me seguirías haciendo pulseras en el más allá turquesa. Con la esperanza amarrada como un percebe en mi rocoso corazón, descu...

Bodas y campos de maíz

Esta mañana me preguntaron por ti las cigarras y dicen que los campos de trigo echan de menos tu sombrero de paja y tu aroma a mazorca tostada. Por la noche me chivaron los grillos que mientras aras me cantas canciones de boda y gritas a las nubes mi nombre, memorizando los votos. Hallé aquel cunacho y lo abrí sin detenimiento, sorprendiéndome al no ver uvas y encontrando una vaina de una judía esperanzada. Desnudé a la pequeña alubia verde y mis lágrimas saltaron de mis cuencas al ver aquella sortija brillante y deslumbrante de amor. Desde entonces no he dejado de pensar en otra cosa que en nuestra fecha. Me pruebo cada día el atuendo y me miro al espejo, viéndome como una princesa aldeana con babuchas en vez de tacones y con un blanco sayo en vez de un vestido de cola, y pese a mi aparente aspecto haragán me siento tan elegante y bella como cualquier doncella casadera de la realeza. He ensayado nuestro baile nupcial con un espantapájaros y he tirado arroz a la tierra que esperaba con...

Lentejas blancas

[...] Somos legumbres desolladas entre vegetales cirujanos, aderezadas con discursos demagogos y crudos que emplatan y sirven sin dar elección a la degustación, una flameada. Y cuando desenvainamos las judías blancas, verdes y pintas, nos damos cuenta de que están hechas de la misma pasta que todas las legumbres: de una pasta humana e indulgente.

Acércafe

[...] Voy a salir de casa hasta que estalle la tetera y solo me chifles tú, aunque estés a cien montañas de azúcar  o a mil kilómetros morenos, porque solo puedo decir que nos vamos a beber a sorbos pequeñitos  para no perdernos ni una gota, ni una más.

Baúles de deseos

Almarjos y barrillas que recorren las calles dejando a los humanos en casa y a los abrazos con ellos. [...] Ahora más que nunca nos hacemos promesas de no dejarnos nunca y de dejarnos ir siempre, a cualquier parte, a cualquier calle, a cualquier terraza, a cualquier abrazo, porque sabemos que vamos a volver  ( siempre ).

¡A tu salud!

[...] Cobardes que ingieren muerte y que evitan la sobriedad del cara a cara, de la realidad sin caricaturizar, prefiriendo llegar al Puerto de Indias y naufragar.