Túmulo de cristales lucientes
Por entonces la vida era del color del cuarzo rosa y el amor del de la amatista. Adoraba acariciar tu espalda cargada de lunares y perifollos. Amabas besar las lentejuelas de mi boca y solías guardarte algunas en la tuya. Me paseaba repleta de baratijas y oropeles sin percatarme de que tenía la mejor bisutería en casa, con tu gran rubí latente y tu alma esmeralda. Te encantaba saltar en charcos de abalorios y hacer pulseras con mi pelo mientras yo miraba tumbada en tus piernas tus ojos color zafiro. Soñábamos la vida juntos hasta que tuve que dejar una obsidiana de luto en tu tumba. Entonces se apagaron mis chakras y la vida empezó a ser del color de la calcita negra. Pero apareciste a los pies de mi pena y me devolviste la tranquilidad como una howlita. Necesitaba creer que el camino de cristales no acababa ahí, que iba a continuar andando sobre minerales y que me seguirías haciendo pulseras en el más allá turquesa. Con la esperanza amarrada como un percebe en mi rocoso corazón, descu...